miércoles, diciembre 16

Mi primera pena. Ayer me evitó y parecía desear que no le hablara. No podía creerlo, y pensé que debía haber algún error, porque a mí me gusta mucho estar con él y me encanta oírle hablar. ¿Cómo ha podido ser tan desabrido conmigo, si no le había hecho nada? Pero al fin me convencí de que así era, y me alejé y me senté sola en el lugar donde le había visto la mañana en que fuimos hechos y aún no sabía qué era y me era indiferente. Pero ahora era un lugar lúgubre y todas las cosas me hablaban de él, y tenía el corazón deshecho. No sé muy bien por qué, pues era un sentimiento nuevo. Jamás lo había experimentado, todo me parecía un misterio, y no supe desentrañarlo. Pero cuando llegó la noche no puede soportar tanta soledad y me acerqué al nuevo refugio que se ha construido para preguntarle qué mal había hecho, y cómo podía repararlo y recuperar su favor. Pero él me arrojó de nuevo a la lluvia, y ésa fue mi primera pena.

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