domingo, julio 31

Estoy evitando a cualquier costo tener que buscar el uniforme, buscar el bendito cuaderno de comunicados y todo lo que se refiera al colegio. Seguramente, mañana me quede dormida, me vengo acostando a las 3 y levantando a la 1 del mediodía. Seguramente no desayune y cuando tenga hambre me alimente con un pebete a las 9 de la mañana (no antes, porque el colegio quiere cuidar nuestra alimentación con alfajores y chicles), y todo va a volver a la normalidad. La profesora de matemática que nos va a explicar y todos vamos asentir sin haber entendido nada. La profesora de Literatura que nos va a explicar de todo, menos de Literatura (entre ellas, que padres le hicieron juicio al colegio por discriminación) y así van a pasar horas de computación escuchando música y mi compañero haciendo todo (espero, que eso siga igual, ya que no se si sigue vivo). Tardes durmiendo en el colegio, puteando por las 10 horas que paso ahí. Recreos en el baño. Inventando motivos para salir de clase, arriesgando a que me vean con el uniforme incorrecto, sin chomba, con medias negras, con uñas pintadas, con perforaciones o lo que sea. Siempre hay algún motivo. Y todas las pruebas juntas. Y todos los días el mismo almuerzo. 
Y así otra vez el mismo ciclo. No sé cómo es que termine hablando de esto, si yo venía a decir que esta otra mitad del año iba a hacer algunos cambios drásticos. Que quería otro estilo en mi vida, bueno, parece que eso no va a pasar. Por lo menos, no ahora. Las vueltas de la mente.
Me voy a despertar a mi mamá para que me cocine. 

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